Logística Factor Clave en la Competitividad del País.
Por: Javier Mazeneth Meza
Hacia los ochenta, la economía interna de Colombia estaba soportada por una política proteccionista que dominó el intercambio comercial de bienes con otros países socios. Según la Subgerencia Cultural del Banco de la República —2015—: “El mercado nacional se había saturado de productos locales, de tal manera que el poder de compra era muy inferior a la oferta existente en ese momento, los precios de los productos nacionales habían incrementado con el tiempo, y el control de calidad se había deteriorado por falta de competencia”. Llegan los años noventa y con ellos la muy conocida ‘apertura económica’, que no era más que la decisión del país de abrirse al mercado global en términos de intercambio de bienes y servicios. La competencia aumentó de manera vertiginosa por la llegada de productos extranjeros al mercado colombiano, transformando la relación de demanda y producción que gobernaba el país en las décadas anteriores.
Nuestro país, en aquel momento, internamente no estaba preparado, ni llegó nunca a imaginarse que de tal decisión sobrevendría una avalancha de productos extranjeros que inundarían la nación; y que tenían como origen muchos estados de gran capacidad productora como India, Singapur y China que, para esa época, no tenían donde acomodar sus altos volúmenes de inventario, resultado de un modelo económico donde la mano de obra se puntuaba como la más barata del planeta. La competencia fue tan abrasadora que sectores enteros de la economía nacional se vieron afectados, y no consiguieron sobrevivir a la dinámica; la industria textil fue una de las más impactadas. No obstante, la apertura trajo consigo una mayor variedad de productos para los consumidores, en muchos casos —para aquellos cuyo poder adquisitivo no fue perjudicado— de mayor calidad y a precios más asequibles.
El modelo comercial que regía para aquel momento era el de ‘producir para vender’, pues el cliente de aquellas épocas era poco exigente y, su principal argumento para inducir una decisión de compra era casi siempre el precio. Hoy los tiempos han cambiado, y vaya que sí han cambiado, vivimos en un mundo segmentado e hiperconectado, física y digitalmente; en donde el antiguo modelo de ‘producir para vender’ —sistema push, donde se empujaba el producto hacia la demanda saturando los mercados—, ha cambiado a un nuevo modelo en el que ahora se vende primero para luego producir —sistema pull, donde la demanda es jalonada por productos hechos a la medida del consumidor—; fue aquí, en este cambio de paradigmas, donde la logística, como instrumento o filosofía clave para el eficaz gerenciamiento de los flujos de materiales e información, pasó de ser algo desconocido hace algunos años a constituirse en pieza clave para apuntar a la competitividad de una región o país.
Un adecuado funcionamiento logístico es esencial para alcanzar altos niveles de competitividad. De acuerdo con estándares internacionales, a Colombia no le va bien en este tema; el panorama se empeora aún más cuando en nuestro país sufrimos de un paro camionero casi todos los años, sin falta, que deja nuestra economía semi-paralizada. Según el Índice de Desempeño Logístico del Banco Mundial, en el 2014, dónde 1 es bajo y 5 alto, el país obtuvo un puntaje de 2,64, debajo de la media regional Latinoamérica-Caribe de 2,77, y aún más de la media mundial de 2,89. Este resultado es recurrente en varias mediciones internacionales, por ejemplo, en el último informe del Institute for Management Development —IMD—, Colombia ocupó el lugar 51 entre 61 países, y fue quinto entre 7 países de la región. La infraestructura juega un papel fundamental en el desarrollo logístico.
Según el más reciente Índice de Competitividad Global —IGC— del Foro Económico Mundial, entre 140 economías del mundo, Colombia se ubica en el puesto número 61; más alarmante aún, ocupa el lugar número 13 entre 19 países de América Latina. Esto se debe, en parte, a que en cuanto a infraestructura vial está en el puesto 126 y férrea en el 123, en la clasificación general; o 16 y 14, en la latinoamericana, lo cual muestra la deficiencia en el plano de comunicaciones. Ni qué hablar de nuestros puertos que, aunque en estos últimos años han tenido avances significativos en materia de inversión a su infraestructura y sistemas tecnológicos, como el puerto de Cartagena y Buenaventura, aún no logran buenas posiciones en el ranking de los mejores de América Latina. Según AméricaEconomía Intelligence, revista especializada en los negocios y economías de la región, Cartagena se ubica en el puesto 9 y Buenaventura en el puesto 16, de 20 puertos puntuados.
Pero el buen desempeño logístico no depende solo de la calidad de la infraestructura, sino de la competitividad y calidad en los servicios de transporte, así como la eficiencia y eficacia en aduanas y puertos, la capacidad de seguimiento y localización de mercancías, la implementación de mejores prácticas en la gestión de la cadena de abastecimiento —desde los generadores hasta sus clientes—; son factores que juegan un papel fundamental en el desempeño logístico de un país. Cierro con esta frase de Sun Tzu, un general, estratega militar y filósofo de la antigua China, quien decía: “La línea entre el desorden y el orden la establece la logística”. Creo que por la competitividad de nuestro país, ya es hora que empecemos de manera seria y decidida a colocarle orden, en materia logística, a la casa.
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